EL LEGADO DEL GOZO SOBERANO
JOHN PIPER
EL PODER LIBERADOR DEL
PLACER SANTO EN LA VIDA
Y EL PENSAMIENTO DE
SAN AGUSTIN
Dios obra en lo más profundo del corazón humano a fin de
transformar las fuentes del gozo, de manera que lo amemos a El más que al pecado.
Amar a Dios es estar tan satisfecho en El, y tan complacido
en todo lo que el es para nosotros que sus mandamientos dejan de ser gravosos.
La gracia consiste en que Dios nos da un gozo soberano en
El, que triunfa sobre el gozo que hay en el pecado.
El gozo triunfante en Dios destrona la soberanía de la
pereza, lujuria y codicia.
¿Puede algún ser humano decir mucho cuando habla de Dios? Es
imposible amar lo que es totalmente desconocido, pero cuando se ama lo
conocido, aunque se conozca solo un poco, esta misma capacidad para amarlo hace
que lo conozcamos mejor y mas plenamente.
El hilo de nuestro discurso cobra vida por medio del mismo
gozo que sentimos en aquello de lo que estamos hablando.
Todos están de acuerdo en que quieren ser felices. Todos buscan
esa felicidad de formas distintas, pero todos se esfuerzan al máximo por
alcanzar esa misma meta, que es el gozo. “Feliz
el que posee a Dios”. No porque Dios le dé salud, riqueza y prosperidad,
sino porque Dios es el lugar de gozoso descanso de nuestra alma.
¿O será que estamos tan esclavizados a los placeres de este
mundo que, a pesar de todo lo que hablamos acerca de la gloria de Dios, amamos
la televisión, la comida, el sueño, el dinero, elogios humanos, como cualquier
otra persona? Si es así, arrepintámonos y fijemos nuestro rostro firmemente en la Palabra de Dios. Y oremos:
Señor,
ábreme los ojos para que contemple la soberana visión de que en tu presencia
hay plenitud de gozo, y a tu diestra hay delicias para siempre (Sal
16:11). Concédenos, oh Dios, que vivamos el legado del Gozo Soberano.
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